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Recitado
La abuela era antigua, loca.
Hablaba siempre de un tiempo de risas,
de rondas.
Romanticismo pasado de moda,
de un amor de esos prohibidos
que en un papel rosa le hablaba de lagos,
de estrellas, de cisnes, mariposas.
Un amor de esos marchitos que,
entre las lloradas y amarillas hojas
de un libro de Becquer o de Nervo,
esperaban en aquellos tiempos
a que sus quince años se vistieran de novia
Largo traje de luna su imaginación bailaba
con azahar de suspiros
y la sencilla toca del viento por su pelo
y toda la fragancia de su voz en la boca.
Así, rendida, se dormía apretando aquel libro
con poemas de Becquer, de Nervo.
La abuela era antigua, loca.
Rezaba el rosario siempre a la misma hora
en que decía:
"El crepúsculo crucifica el Cristo de luz
que nos deja la aurora".
Cinco padrenuestros, un avemaría,
un credo, una salve, un gloria,
en el nombre del padre se santiguaba a solas
y después de contarnos de Caperucita
la desobediente, de Aladino, su lámpara, el genio, el hombre de la bolsa,
nos juntaba las manos antes de dormirnos
para que aquel tatita Dios
aquél del dedo roto y la oxidada aureola,
nos bendiga los sueños y nos haga más buenos.
Tenía un no sé qué de brisa
su canción acunadora.
Bueno, el caso es que la abuela
no estaba en la cosa.
A ella le bastaban cien pesos y un San Cayetano para colgar la suerte arriba de las puertas,
o un trapo caliente para los catarros,
o esa hoja de eucaliptos adentro de un tarro arriba de la estufa
o la bufanda aquella
que le pedí que me tejiera en azul y amarillo
para llevar los lunes cuando ganaba Boca,
que me afanó el Pelado que
ue era hincha de River. Y, bueno,
él no tenía una abuela que le teja otra.
La abuela se fue poniendo blanda.
vio, vio cosas de viejos
que si están fuerte los discos,
que si fuma mi novia,
que las flores de plástico no son como las otras,
que el amor de hoy en día
no es más que sacarse la ropa
y juntar la carne sola,
que al estar más vacío se lo llama experiencia,
que las mujeres de antes parían veinte hijos
sin que les dieran clase por TV las psicólogas. Loca, un día se puso a hablarnos de Cristo,
a nosotros... Cristo, qué antigüedad.
Nosotros que en el café
habíamos hecho toda una teoría
para salvar al hombre del hombre,
que éramos una juventud informada,
que habíamos leído a Freud
(cuatro o cinco hojas)
Cristo... Un día que pasamos frente a la facultad, le dije "Oiga, abra los ojos, mire,
mire las paredes, mire cómo se lucha ahora".
Me contestó la simpleza:
"Hijo, el hombre siempre ha luchado
de esa forma y de otras".
La abuela era antigua, bueno, casi loca.
Si vieran qué paz que tenía en la cara
y en las manos. Yo no sé por qué
de nuevo volví a sentir miedo
del hombre de la bolsa
y del lobo de Caperucita.
Es que existen. Si, si, existen.
La de Aladinos que encontré
dueños de las lámparas.
Si vieran la de genios que inventan.
También la vida me dio un amor de esos
que en un papel rosa me habló de lagos,
de estrellas, de cisnes... ¡Qué imposibles cosas!
Y hoy que tengo un alma como un libro
con poemas de Becquer, de Nervo o de Lorca, guardo como un lirio seco el recuerdo
de aquella abuela antigua,
de aquella abuela loca,
marcándome la página de las cosas sencillas que no están de moda.

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RecitadoLa abuela era antigua, loca.Hablaba siempre de un tiempo de risas,de rondas.Romanticismo pasado de moda,de un amor de esos prohibidosque en un papel rosa le hablaba de lagos,de estrellas, de cisnes, mariposas.Un amor de esos marchitos que,entre las lloradas y amarillas hojasde un libro de Becquer o de Nervo,esperaban en aquellos tiemposa que sus quince años se vistieran de noviaLargo traje de luna su imaginación bailabacon azahar de suspirosy la sencilla toca del viento por su peloy toda la fragancia de su voz en la boca.Así, rendida, se dormía apretando aquel librocon poemas de Becquer, de Nervo.La abuela era antigua, loca.Rezaba el rosario siempre a la misma horaen que decía:"El crepúsculo crucifica el Cristo de luzque nos deja la aurora".Cinco padrenuestros, un avemaría,un credo, una salve, un gloria,en el nombre del padre se santiguaba a solasy después de contarnos de Caperucitala desobediente, de Aladino, su lámpara, el genio, el hombre de la bolsa,nos juntaba las manos antes de dormirnospara que aquel tatita Diosaquél del dedo roto y la oxidada aureola,nos bendiga los sueños y nos haga más buenos.Tenía un no sé qué de brisasu canción acunadora.Bueno, el caso es que la abuelano estaba en la cosa.A ella le bastaban cien pesos y un San Cayetano para colgar la suerte arriba de las puertas,o un trapo caliente para los catarros,o esa hoja de eucaliptos adentro de un tarro arriba de la estufao la bufanda aquellaque le pedí que me tejiera en azul y amarillopara llevar los lunes cuando ganaba Boca,que me afanó el Pelado queue era hincha de River. Y, bueno,él no tenía una abuela que le teja otra.La abuela se fue poniendo blanda.vio, vio cosas de viejosque si están fuerte los discos,que si fuma mi novia,que las flores de plástico no son como las otras,que el amor de hoy en díano es más que sacarse la ropay juntar la carne sola,que al estar más vacío se lo llama experiencia,que las mujeres de antes parían veinte hijossin que les dieran clase por TV las psicólogas. Loca, un día se puso a hablarnos de Cristo,a nosotros... Cristo, qué antigüedad.Nosotros que en el caféhabíamos hecho toda una teoríapara salvar al hombre del hombre,que éramos una juventud informada,que habíamos leído a Freud(cuatro o cinco hojas)Cristo... Un día que pasamos frente a la facultad, le dije "Oiga, abra los ojos, mire,mire las paredes, mire cómo se lucha ahora".Me contestó la simpleza:"Hijo, el hombre siempre ha luchadode esa forma y de otras".La abuela era antigua, bueno, casi loca.Si vieran qué paz que tenía en la caray en las manos. Yo no sé por quéde nuevo volví a sentir miedodel hombre de la bolsay del lobo de Caperucita.Es que existen. Si, si, existen.La de Aladinos que encontrédueños de las lámparas.Si vieran la de genios que inventan.También la vida me dio un amor de esosque en un papel rosa me habló de lagos,de estrellas, de cisnes... ¡Qué imposibles cosas!Y hoy que tengo un alma como un librocon poemas de Becquer, de Nervo o de Lorca, guardo como un lirio seco el recuerdode aquella abuela antigua,de aquella abuela loca,marcándome la página de las cosas sencillas que no están de moda.

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